El cielo se
nubló ante el gris de tus ojos; llovía frente al cristal, y no detrás de él. Tu
alma, empapada de promesas, que al morir el sol, olvidaste en un rincón de la
oscura habitación.
Frente a mí, solo veía aquel océano tintado de tu mirada.
El mundo prometía su perdón, y yo, aquí sola, buscando razones para llegar a ver un nuevo amanecer.
Frente a mí, solo veía aquel océano tintado de tu mirada.
El mundo prometía su perdón, y yo, aquí sola, buscando razones para llegar a ver un nuevo amanecer.
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